¿Qué dice la Psicología?

Para empezar, desde el punto de vista de otras ciencias humanas, como lo es la psicología, hay que diferenciar entre dos conceptos, que generalmente se intercambian, pero que técnicamente son distintos:

• Dolor: es una experiencia sensorial que generalmente se asocia a una lesión en alguna parte del cuerpo, externa o interna, es decir, debe haber un componente físico. Algunas expresiones populares como “duele el corazón (emociones)” o “duele en el alma” aunque si bien tienen mucha aceptación, desde el punto de vista clínico, no son congruentes

• Sufrimiento: Es una interpretación subjetiva ante un dolor o circunstancia.

Según la Máster Nika Vázquez Seguí en su artículo “Manejo emocional ante el dolor ajeno”, el sufrimiento aparece cuando se percibe que una amenaza que debemos afrontar, ya sea real o imaginaria, supera los recursos con los que se cuentan para hacerle frente.

El dolor por su parte es inevitable. Salvo algunas excepciones que normalmente son anomalías en el sistema nervioso de un ser vivo, si una parte del cuerpo es quemada o golpeada, es inevitable e instintivo que se sienta el dolor, el cual es una respuesta del cuerpo para darle a entender al cerebro que una parte de sí está dañada y que se deben tomar acciones para mitigar y/o reducir ese daño, así como buscar e implementar acciones para reparar ese daño. El sufrimiento por otra parte, es opcional. Y mientras que el dolor físico va reduciéndose con el paso del tiempo, el sufrimiento puede siempre revivirse con igual y hasta más intensidad mediante el recuerdo.

La forma en la cual todos reaccionamos ante el sufrimiento depende mucho de quienes somos, de nuestros valores, creencias, forma en que nos educaron y crecimos. También depende de la circunstancia actual del momento: una persona podría manifestar el sufrimiento de una manera cuando está con personas muy íntimas como su familia y amigos cercanos, que cuando está con sus compañeros de trabajo.

Y así como cuando nos golpeamos el dedo gordo del pie o sentimos “dolor de estómago”, instintivamente llevamos nuestras manos a “darle cariño” a esa parte del cuerpo que está sintiendo dolor, a nivel emocional también buscamos aliviar el sufrimiento, el cual también va mucho ligado a quienes somos, nuestros valores, creencias, forma en que nos educaron y crecimos; algunos pueden buscar ese alivio en el desahogo (catarsis), el llanto, el ejercicio, comiendo o dejando de comer

¿Y lo que es propiamente el sufrimiento ajeno?

Según la misma autora, existen dos maneras en que enfrentamos el sufrimiento ajeno:

• Sobre implicarnos: no solo es sentir empatía, sino que es una extrema empatía, tanto que inclusive hasta podríamos comenzar a sufrir más que la persona original. Por ejemplo, la madre que sufre más que su hija por el fin de su relación amorosa

• Distanciamiento físico y emocional: Nos sentimos incapacitados de poder ayudar a la otra persona que sufre, no sabemos que hacer, tememos más bien empeorar (sin intención) ese sufrimiento, en especial cuando se trata de un ser querido, y ante el miedo de “meter la pata” como se dice popularmente, preferimos mejor apartarnos

¿Y qué tiene que ver todo esto con Dios?

Mucho. Pues precisamente Dios no se queda en ninguna de las dos opciones. Por supuesto, Dios siente nuestro sufrimiento, y quiere sufrir con nosotros, por eso se ha hecho carne, pero aunque sufre con nosotros, Dios sigue manteniendo su cordura para saber mejor acompañarnos, porque, ¿qué es lo mejor que se puede hacer ante el sufrimiento ajeno? Contar con el apoyo adecuado y sentirse querido, comprendido, escuchado, valorado. Y todo eso lo hace Dios.

En una interpretación personal sobre el relato de la caída del hombre contada en Génesis capítulo 3, Dios sintió también el sufrimiento del hombre, pero Dios pudo pensar en mejor sacar al hombre del paraíso y que no comiera del árbol de la vida, para que no viviera por siempre y así no se convirtiera en demonio (ya tendría suficiente con los que tenía). El hombre también sentía vergüenza de su desnudez, y Dios sale al auxilio dándole vestido, y no solo eso, también promete un salvador.

Dios no se distancia de nosotros. Si, como padre, debe haber sufrido la caída de sus hijos, pero supo implicarse, pero no sobre implicarse para todavía ser la mente pensante, y supo ser el apoyo adecuado en los momentos difíciles.

“Bienaventurados los que lloran (sufren) porque ellos serán consolados” Mateo 5,4

“Venga a mí todos los que están fatigados y sobrecargados, y yo les daré descanso” Mateo 11,28

Si la religión nos enseña que somos hechos a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1,26) y si Dios toma esas actitudes ante el sufrimiento de sus hijos, ¿Cómo actuaremos nosotros ante el sufrimiento de los demás?

Referencias

• Vásquez, N. (Setiembre - Octubre 2020). Manejo emocional ante el dolor ajeno. [Archivo HTML] Recuperado de http://www.revista-critica.com/la-revista/monografico/enfoque/390-manejo-emocional-ante-el-dolor-ajeno

• Vásquez, N. Quien soy [Archivo HTML] Recuperado de http://nikavazquez.com/quien-soy/