El Samaritano

El Samaritano


"Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de ladrones que, después de despojarle y darle una paliza, se fueron, dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión. Acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y le montó luego sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al posadero, diciendo: 'Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva.' ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Él dijo: El que practicó la misericordia con él.» Le dijo Jesús: «Vete y haz tú lo mismo.»" Lucas 10,30-37

Si en el post anterior hablábamos de qué sentiría Jesús, en este hablaremos, ahora si, de qué haría Jesús.

Si, podemos sentirnos tristes y afligidos por ver a otros sufrir, pero no podemos quedarnos solo en una emoción, del famoso “pobrecito”, pues tanto quien se queda en el “pobrecito” termina haciendo lo mismo (nada) que el sacerdote y el levita de la parábola.

El samaritano no se detuvo a hacer primero un interrogatorio, ni a indagar quien era, de donde es, para donde va, por qué le ocurrió lo que le ocurrió, ni mucho menos si era de los de su misma tierra. El samaritano simplemente puso todo su corazón en el bienestar del otro, un completo desconocido.

Tocamos aquí uno de los puntos clave de la antropología cristiana: el hombre no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás… se podría decir que el sufrimiento, que bajo tantas formas diversas está presente en el mundo humano, está también presente para irradiar el amor al hombre” (Salvifici Doloris, n° 28 y 29)

Jesús mismo practicó esto. Ante el sufrimiento de los demás:
  • Volvió a la vida a Lázaro, ante el sufrimiento de sus hermanas Marta y María. Juan 11,1-44
  • Volvió a la vida a la hija de Jairo, por rogación de él. Marcos 5,21-24.35-43
  • Sanó a Bartimeo, cuando este le gritó “Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí”. Marcos 10,46-52
  • Sana a 10 leprosos cuando estos le dicen “Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros”. Lucas 17,11-19
  • Sana el hijo epiléptico y endemoniado de un padre que le dice “ayúdanos, compadécete de nosotros” Marcos 9,14-29

Este don de entrega del hombre hacia su prójimo, al ser algo que está en el hombre por estar también en el molde, traspasa los círculos religiosos, y en el pasar de los siglos, toma inclusive formas de instituciones organizadas (Caritas en la Iglesia, Cruz Roja en la vida secular, por ejemplo), y de individuos. En la pandemia del 2020 del COVID-19, se ha visto precisamente la compasión y acción de muchas personas desinteresadas en el cuido de tantas otras personas afectadas por dicha pandemia. Personalmente considero que después el salto ontológico, lo siguiente de que denota el avance en la civilización humana es, lo que decía una vez una profesora de antropología, un hueso roto que logró sanar. ¿Por qué? En el mundo animal, generalmente, salvo algunas muy pocas excepciones, si un miembro de la manada se rompe un hueso y ya no puede avanzar con la manada, es abandonado. Incluso, se tiene documentado que las hembras hasta pueden abandonar a una cría. Un hueso roto que ha sanado es señal de que hubo un miembro de la manada, en nuestro caso una persona, que se quedó al cuido de esa otra persona con el hueso roto.






Si Jesús lo hizo, ¿por qué yo no? Como imágenes y semejanzas de Dios que es nuestro molde, si el molde puede compadecerse por el sufrimiento de los demás, y eso lo mueve a actuar por los demás, nosotros que somos imagen y semejanza de ese molde, también podemos hacerlo. ¿por qué no?

2 comentarios:

  1. Saludos Wayler
    Que haría Jesús? Hoy en día es absolutamente necesario hacernos esta pregunta en nuestro diario vivir. La humanidad pide a gritos la compasión, el ponernos en la posición del otro, en que lo que vemos no quede ahí en la simple vista y reflexión de lo que se ve sino, que llegue al corazón (palabras del Papa Francisco) para que de esta forma actuemos como lo señala la parábola del Buen Samaritano, se necesitan N cantidad de corazones con la misericordia del Altísimo ante tanto dolor, tanto sufrimiento, tantos corazones lastimados. Necesitamos ser "ungüento" para los seres que se cruzan en nuestro camino,están heridos y luego los llevamos a los pies del Señor para que sean completamente sanados.

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    1. Hola compañera Karla!

      Sip, precisamente Jesús no se quedaba en el "pobrecito", muy típico de los ticos, sino que actuaba. Por sus frutos...

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